La ciudad encerrada by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

La ciudad encerrada by Jose Gil Romero & Goretti Irisarri

autor:Jose Gil Romero & Goretti Irisarri [Gil Romero, Jose & Irisarri, Goretti]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2019-02-04T00:00:00+00:00


11

Todavía habrán de parar un par de veces en el trayecto, cuando tropiecen con más turbamultas que impiden el paso.

—¡Gire, no se detenga!, ¡doble por esa calle!

—¡Yo me tengo que ir a mi casa, inspector! —dice el cochero—, ¡que tengo a la mujer sola!

A Granada le salen un par de llamas de fuego por las narices.

—Condenación. ¡Muy bien, pare el coche!

El cochero así lo hace. Cuando el titán baja, el carruaje entero parece elevarse diez centímetros. Zenobia le sigue.

A su alrededor corren los muchachos enardecidos; algunos de ellos van armados con picos, con palos y piedras: todo vale para enfrentar a la Guardia Civil.

—Compréndame, inspector —insiste el cochero—, mire cómo están las calles, no es seguro.

—Claro que le comprendo —dice entregándole un billete—. Quédese la vuelta, váyase enseguida para casa.

Zenobia tira de su mano.

—Mejor evitar las calles principales. Eso me dijo usted, ¿no? Por aquí.

Y Granada y la fotografista emprenden camino a pie a través de un pasaje adyacente. Tienen que esquivar a tres muchachos con mandil, que salen corriendo de una tienda y echan a correr calle abajo, a ver qué está pasando.

Al doblar una esquina, Granada y Zenobia encuentran a una multitud sacando de un portal a un hombre a quien llevan en volandas, aterrado. Es el comisario en jefe del Cuerpo de Seguridad. La muchedumbre se ha metido en su casa, resuelta a sacarle de los pelos; saben de sus manejos, de sus trapicheos y corruptelas, de sus abusos de poder. Una criada les ha informado de que el caballero estaba escondido detrás de una pared, en un cuarto secreto donde amontona los dineros conseguidos bajo mano. El desgraciado grita amenazándolos a todos, ignorante de la que le espera. La gente le pega entre gritos, le escupe, tira de sus ropas hasta rasgárselas.

Granada se dispone a intervenir, por más que el susodicho le parezca repugnante; y solo la mano cautelosa de Zenobia le retiene: al comisario lo ponen contra una pared y cuando empieza a darse cuenta de lo que está por suceder y pide a gritos clemencia, un muchacho le pega un tiro en la sien.

El inspector Melquíades Granada aprieta los dientes furioso. Va a dar un paso para detener al asesino, a todos ellos, a Madrid entero; lo que está mal está mal, un crimen es un crimen. Pero Zenobia tira de él, se lo lleva mientras el gentío está ya desnudando el cadáver del comisario corrupto, dispuestos a despedazarlo.



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